Lectura 4: 
La Lógica de la vida. Parte 2.

En una sociedad libre, una de las cosas que podemos controlar es el rumbo de nuestra vida social, la opción entre aquello a lo cual nos dedicaremos y las cosas que descartaremos: una carrera, una empresa, una formación o una familia. Otro de los factores bajo nuestro control son las personas con las que elegimos relacionarnos: nuestras parejas, amigos, socios, etc., como también los lugares donde queremos vivir y trabajar, nuestras diversiones, la ropa que vestimos y el deseo de lo que nos gustaría poseer.
Una de las cosas que no controlamos porque está bajo el control de la naturaleza es el envejecimiento, el pasar a través de las diferentes etapas de la vida, el cambio en nuestro aspecto físico y en nuestra actitud mental. Algunos envejecen más rápidamente y otros con mayor lentitud, pero todos envejecemos a medida que transcurren los años. ¡No existen excepciones a esta regla! Otra cosa que no controlamos es la muerte, el acto final de nuestra existencia. Algunos morirán a una edad temprana debido a accidentes o enfermedades, mientras que otros morirán a una edad avanzada por causas naturales, pero todos moriremos algún día. ¡Tampoco hay excepciones a esta regla! Al final, la naturaleza recupera lo que nos ha dado. Eso significa que en realidad no perdemos la vida sino que le devolvemos a la naturaleza lo que ésta nos ha dado. Una tercera cosa que tampoco controlamos es la conducta de quienes nos rodean, la de nuestra pareja, nuestros hijos, amigos, socios, compañeros de trabajo y supervisores. Una cuarta cosa que no controlamos es el pasado, aquello que ya ha ocurrido, tanto lo agradable como lo desagradable, porque es irrecuperable e inalterable. 
Comprender aquello que afecta nuestra vida, separar lo que está bajo nuestro control de lo que no lo está, centrarnos únicamente en los problemas que podemos resolver, no resulta fácil, requiere sabiduría, voluntad, determinación y disciplina. Requiere sabiduría comprender los límites que nos impone la naturaleza, las diversas etapas que nos presenta y también comprender que no podemos cambiar a las personas y las instituciones que no están bajo nuestro control. Requiere voluntad y determinación aceptar las consecuencias negativas de aquello que no controlamos, las consecuencias agradables y desagradables de envejecer, las ideas desagradables relacionadas con nuestra muerte o la de nuestros seres queridos, los efectos adversos de la conducta de los demás y la adversidad de las cosas ocurridas en el pasado. Requiere disciplina aprender a desplazar nuestra energía de aquello que no controlamos y dedicarla a lo que podemos controlar. Requiere disciplina no dejarse arrastrar por las consecuencias desagradables originadas por dedicarnos a aquello que no podemos controlar.
En algunos casos, las personas son lo bastante afortunadas para ser capaces de diferenciar entre lo que pueden controlar y lo que no, y gracias a ello pueden separar un grupo del otro y centrarse exclusivamente en las cosas que pueden controlar. Se levantan por la mañana y se plantean una sencilla pregunta frente a todos los problemas a los cuales se enfrentan: ¿Soy capaz de resolver este problema? De lo contrario, reflexionaré sobre el siguiente, y el que le sigue a ése hasta que logre aislar los problemas que puedo resolver.
Por ejemplo: podemos contemplarnos en el espejo y comprobar que nos estamos quedando calvos o que nuestro cabelló se está volviendo blanco y plantearnos la siguiente pregunta: ¿Puedo hacer algo al respecto? Quizá un trasplante o un tinte sean una solución temporal al problema, pero en absoluto permanente. En ambos casos, el hecho de que el pelo se vuelva más ralo o cano forma parte del proceso de envejecimiento, y quien lo controla es la naturaleza, no nosotros, y por tanto no hemos de preocuparnos. Ahora pasemos al problema siguiente. Estoy disconforme con mi empleo. ¿Puedo cambiarlo? ¿Está bajo mi control el hacerlo? En caso de que sea así, esbozaré los pasos que he de dar para conseguir otro. Si no fuera así, mi situación actual me impide cambiar de empleo así que preocuparme no resulta útil. Ahora pasemos a la siguiente cuestión. En algunos casos, las personas son menos afortunadas. 
Creemos -o queremos creer- que podemos controlarlo todo y que podemos cambiar las cosas en el sentido deseado. Algunos de nosotros creemos -o queremos creer- que la vida es eterna. Nos dedicamos a acumular bienes, inmuebles, dinero, pinturas, cosas cuyo valor aumentará con el paso del tiempo y que nos proporcionarán una vida mejor en el futuro. Otros creen que la vejez y la muerte sólo son el primer acto de nuestra existencia, al que le seguirá una vida diferente descrita en algunos textos religiosos. El resultado es que renuncian a consumir aquello que les da placer en el presente, a cambio de aquello que quizá les proporcione placer en el futuro.
A lo mejor creemos que podemos modificar la conducta de nuestra pareja o nuestros hijos. Esperamos de ellos cosas que no pueden proporcionarnos, y entonces los señalamos con el dedo y les echamos la culpa por las cosas que nos han salido mal, nos peleamos con ellos y malgastamos nuestra energía en tratar de controlar aquello que no está bajo nuestro control. Otras personas centran su energía mental en el pasado, en aquello que ya ha ocurrido y en las condiciones agradables o adversas que ha provocado. Intentan regresar al pasado y borrar las experiencias negativas o revivir aquellas que tuvieron un efecto positivo en ellas. Y así se ven esclavizadas por las cosas que no controlan y hacen caso omiso de las que sí. Al vivir en el pasado, dejan de vivir en el presente porque disponen de escasa o ninguna energía para dedicarla a aquello que está disponible y que podría mejorar su vida.
En resumen, nadie puede proporcionar panaceas para las tensiones emocionales y los traumas que la vida nos inflige de un modo inevitable. Sin embargo, los antiguos estoicos proporcionaron un enfoque racional para enfrentarse a dichas adversidades. Demostraron con éxito que, en gran medida, somos los autores de nuestras propias desgracias. Al detenernos en lo irrecuperable, no sólo nos aseguramos muchas noches de insomnio, sino que también derrochamos una energía preciosa que podríamos aprovechar para resolver lo que sí tiene remedio. Y tal vez lo más importante sea que nos negamos a nosotros mismos esa sensación de paz espiritual y bienestar que constituye una de las mayores bendiciones de esta vida. Los que lloran por la leche derramada están condenados a pasar la vida limpiando. La opción racional supone desprendernos de aquello sobre lo que no podemos influir y tomar las medidas que nos permiten vivir una vida fructífera. 
Taller de lectura 4:
  1. Aparte de las cosas que puedes controlar expresadas en la lectura, realiza un listado de 5 aspectos que en este momento estén bajo tu control.
  2. Escribe 5 cosas que en el momento consideres que no controlas
  3. ¿Hasta qué punto consideras que el deseo es controlable? 
  4. ¿Estás de acuerdo con la lectura en que nuestra actitud mental no es controlable? Argumenta tu respuesta.
  5. Qué significa la expresión: “al final, la naturaleza recupera lo que nos ha dado”
  6. ¿Consideras que en últimas la vida no la perdemos? Explica
  7. ¿por qué crees que no podemos controlar la conducta de quienes nos rodean?
  8. Qué significa la expresión: “lo irrecuperable es inalterable”. Qué implica esto.
  9. ¿Podrán existir consecuencias agradables de aquello que no controlamos? Explica con un ejemplo.
  10. ¿Qué tiene que ver la disciplina con la determinación de las cosas controlables y las no controlables? Explica
  11. ¿Crees que la capacidad de distinguir entre lo controlable y lo no controlable es cuestión de fortuna o de infortunio? Argumenta tu respuesta.
  12. ¿Cuál es tu opinión sobre las soluciones permanentes?
  13. ¿Consideras que existen personas más o menos afortunadas? ¿Por qué?
  14. ¿Qué mensaje se expresa en la caricatura?
  15. ¿Te sientes identificado(a) en algún aspecto de tu vida con lo expresado en la caricatura? ¿Por qué?

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